sábado, 15 de febrero de 2025

SILLERÍA BAJO EL CORO DE LA PARROQUIAL DE SAN JUAN BAUTISTA (Fotografía de Nieves Carrasco Molino)

 Gabriel Carrasco Hurtado

 

Bien podría pertenecer esta sillería al altar mayor que en tiempos, hasta mediados del siglo dieciocho, estaba en este mismo lugar.

Durante tiempo residenció la parroquial hasta seis o siete presbíteros coadjutores por debajo del Prior; hay infinidad de documentos de mandas de misas que se contaban hasta por centenares. También estaban siempre presentes frailes del Convento de San Francisco de Santisteban del Puerto.

No es de extrañar que esta sillería noble estuviera destinada a éstos.

Que se acomodara ahí desde entonces se prueba con dos aspectos:

1.- En las fotografías del altar que se conoció hasta 1936 no se reconocen.

2.- Todo de ese altar mayor se destruyo en la Guerra Civil.

Este altar mayor, en esa ubicación (dando a la calle Lorite) desapareció por la proximidad a una entrada que daba al panteón o cementerio (que estaba anexo, en la actual calle donantes de sangre).

La insalubridad era insostenible.

En Las Navas de San Juan se enterró en el llamado panteón, anexo a la parroquial (como decíamos en la actual calle donantes de sangre); se enterró bajo la propia solería de la misma Iglesia, y también se enterró en la ermita de San Sebastián, que sabemos que estaba en lo alto de la Calle del Santo, y también (además) en la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, que nadie hasta ahora ha sabido donde estaba pero que se tiene documentada….

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No olvidemos la preocupación, ya comentada en otras ocasiones, por las almas en el purgatorio de los difuntos en las Navas. Desde siempre se plasmó en iconografías y advocaciones por todo el pueblo: la calle del Carmen con su hornacina e imagen de la virgen, rescatadora de almas del purgatorio. La capilla central del cementerio nuevo, dedicado también a la Virgen del Carmen. A más, y sin pormenorizar, una ermita (que dio nombre al barrio alto del pueblo) que se situaba en el antiguo camino de Villacarrillo, se dedicó a San Gregorio (San Gregorio Magno) que es además de Padre y Doctor de la Iglesia, abogado de las ánimas del purgatorio.